Desde hace varios años adquirí la costumbre de conseguir calendarios de arte cada vez que tenía la posibilidad de viajar a alguna ciudad europea, incluso durante los años 90 en el Buenos Aires Design se abrió una tienda en la que se podían conseguir calendarios importados.

Mis favoritos siempre fueron los de Roy Lichtenstein, Robert Mapplethorpe y Man Ray. Un verano no conseguí ninguno de estos y me di cuenta que no existía una versión similar de escritorio con obras de arte argentino contemporáneo.

No existía, al menos no entonces. ¿Y por qué no la hacía yo? ¿Sería carísimo? Con la alianza de algunas galerías, artistas, imprenta y diseñadores y una inversión razonable -que luego se recuperó con cierta dificultad al año- hicimos la edición 2010.

Y al año siguiente una nueva edición y ahora vamos ya por la tercera. Seguimos con la misma alegría y entusiasmo al igual que nuestros aliados.

El calendario es una buena excusa para celebrar el año que se está yendo con amigos y colegas, para brindar por los días por venir y un modo de encontrar una nueva manera de difundir a nuestros artistas.

No inventamos nada, trasladamos una idea que estaba ahí y que todavía no se había concretado.